Todos los cursos tienen un final. Después de un arduo trabajo, llega el día de los abrazos y los buenos deseos para las vacaciones y para ese periodo en el que no nos veremos semana a semana. Con tanto tiempo de por medio, también es el momento de planificar a los alumnos algunas tareas que deberían realizar en verano. ¿Podemos hacer que este momento sea además emocionante y motivador? Seguro que sí.
El verano es momento de descansar, de oxigenarse de las exigencias y la frenética sucesión de actividades que tiene el curso escolar. Pero con tanto tiempo, se pueden hacer algunos ejercicios para no perder lo ganado y sobre todo para disfrutar con lo que se ha aprendido este año. Normalmente elegimos una serie de estudios y obras que sería adecuado preparar. En mi caso, les pido que realicen al menos ‘3 conciertos’ y que los documenten y compartan conmigo: una forma de hacer un pequeño trabajo con el objetivo de compartir los resultados con familiares y amigos. Esa es la idea que pretendo transmitir a mis alumnos, y animados por esa corriente lúdica, podemos idear también la mejor forma de explicarlo y entregarlo. Pero ¿y por qué no hacerlo también en otras asignaturas? Por poner un ejemplo, unos pequeños repasos durante el verano pueden hacer que al inicio del curso en Lenguaje Musical no parezca que se nos ha borrado el disco duro.
Poner deberes con una sonrisa y haciendo que los alumnos se diviertan descubriéndolos ha sido mi objetivo este año. Espero que sirva para que lo recuerden y se pongan a ello con ilusión 😉 Vamos a contar nuestra experiencia durante este año y explicar cómo lo hemos preparado tanto con las alumnas más pequeñas de flauta como en lenguaje musical.
Rastreo musical – Gymkhana
En ambos casos la fórmula elegida es la del juego del rastreo, donde una serie de pistas les hacen recorrer el conservatorio descubriendo en qué consisten sus deberes y superando algunas pruebas. Para diseñarlo como una actividad musical, el primer paso es buscar un hilo conductor en forma de historia o diseñar una serie de actividades en las que poder aplicar sus conocimientos musicales. En cualquier caso la intención es ir dando los deberes en cada fase, de manera que al finalizar el rastreo habrán recopilado todas las tareas encomendadas y se les habrá ido explicando la importancia de cada uno de ellos. ¿Qué variables tenemos y qué elementos hay que reparar?
El siguiente paso es tener en cuenta el lugar y los participantes que van a estar involucrados. En nuestro caso el conservatorio dispone de varios patios y galerías donde poder esconder pistas sin molestar al resto de clases, por lo que disponíamos de muchos espacios, pero seguro que hay otras opciones. El número de alumnos que van a participar es la otra variable: si lo van a hacer solos o en grupos, pero también si necesitamos o tenemos otras personas que colaboren en la organización como padres, profesores o compañeros.
Recopilamos. Tenemos claros las tareas que queremos que hagan en verano, preparamos unas pistas para dirigir a los alumnos hacia los diferentes lugares y les ponemos algunas pruebas musicales tras las que reciben sus ‘deberes’. Pero como diría aquel monologuista, «no lo digo, lo hago». Os voy a contar las dos modalidades que he utilizado este año.
1. El rastreo de Lenguaje Musical
Esta gymkhana-rastreo se realizaba en grupos de 4 a 6 alumnos. Para empezar, tenían que ponerse un nombre y preparar su «Pasaporte». El pasaporte es una cartilla de identidad que les permite desplazarse de un lugar otro, con su nombre y un ritmo que ellos van rellenando. ¿Por qué? Pues porque tienen que caminar siguiendo con sus pasos ese ritmo. Nada de correr o caminar. Se baila todos al tiempo con esas figuras rítmicas y las palabras que escriben en la parte baja les ayudarán a recordarlo. En cada nueva fase añadirán un compás a su pasaporte y lo incorporarán a su forma de desplazarse.
Ahora que ya están listos para moverse, se les lee una pista para que la piensen y se pongan de acuerdo en hacia dónde van a dirigirse. Aquí la ayuda de los padres fue fundamental. Tenían dos funciones: unos acompañaban al grupo, para que no olviden coordinarse al caminar y para mantener un volumen moderado; otros les esperarían en la próxima para ejercer de «profesores de prueba». Al llegar al lugar, una pista en forma de cartel les indica las instrucciones (ver imagen arriba), normalmente una forma de colocarse para que los «profesores de prueba» se acerquen a ellos y les comuniquen lo que tienen que hacer. Preguntas sobre teoría, lecciones que cantar o solfear, pequeños dictados… Cuando lo superen se les explicará uno de sus deberes de verano y cómo llevarlo a cabo, se les pide que rellenen un nuevo compás de su pasaporte y se les lee la pista que habrá de conducirles a un nuevo lugar. Al final todos interiorizaban la secuencia: desplazamiento bailando, encontrar las instrucciones, prueba, recibir los deberes, un nuevo compás del pasaporte y ya están listos para la siguiente pista.
Tras cuatro estaciones han recopilado la información que necesitan para poder hacer sus tareas estivales, que también reciben por escrito para que no haya olvidos. Como veis, los deberes están relacionados con las pruebas que he apuntado: hacer conciertos con sus instrumentos, tocar o cantar algunas de las lecciones del libro, hacer unos dictados que recibirán por correo o realizar un simulacro de ejercicio teórico. Todo ello compartiendo conmigo algunas grabaciones y fotos. Para el último ejercicio les he pedido además que esperen a finales de vacaciones para hacerlo. Tienen dos versiones del ‘examen’, uno para comprobar lo que recuerdan sin haber estudiado específicamente, y otro para rehacerlo después de 3 días de dedicar algunos minutos a releer algunas de las lecciones que crean que deberían repasar. Si al autocorregir esos ejercicios superan el ‘5’, deben romper ese examen y enviarme la foto, ¡esa es la contraseña que indica que están plenamente preparados para el siguiente curso!
2. El rastreo de las flautistas
En este rastreo existía una temática específica en lugar de pruebas en cada estación. El objetivo final era entregarles un libro de partituras con cd-karaoke para que puedan grabar sus conciertos de verano, pero de camino recibieron las orientaciones o comentarios pertinentes. El hilo conductor era recoger el tratamiento puesto que el verano les iba a dejar musicalmente enfermas. No pasa nada, las tareas y seguir tocando en verano será la medicina musical perfecta. Cada pista estaba escondida en algún lugar, tenía un objeto distintivo y una tarjeta con una frase. Les recordaban la importancia de descansar ahora que hay tiempo, pero también de coger la flauta aunque sea un poquito cada día, de no olvidarse de que existe el metrónomo… y al mismo tiempo les daban la pista para ir al lugar.
Las niñas estaban tranquilamente en clase y la excusa para el inicio del rastreo fue pedirlas que fueran a buscar al pianista acompañante. Al llegar a su puerta un cartel les explicaba lo que estaba a punto de suceder. ¡No os imagináis la cara que iban poniendo al ir descubriendo lo que pasaba, y cómo iban involucrando a compañeros que se encontraban por los pasillos en su ayuda! Al final recibieron su libro y espero que sirva para que lo recuerden con cariño y lo disfruten mucho este verano, porque en realidad no son deberes: es algo para recordar todo lo que se puede disfrutar en verano con la música, casi tanto como lo hemos hecho durante el curso 😉